Orión brindó a Atlántida su capacidad trina y la resiliencia para salir del estado de culpa e iniciar una metamorfosis hacia la reparación y resarcimiento de su caída para volver a elevar su vuelo y sostenerse en sabiduría.
Desde tiempos de Mu, cuando se sembró el potencial que iba a desarrollarse miles de años después en Atlántida, los caminos de Orión y Atlántida quedaron ligados por las fibras doradas de la trinidad.
Orión acompañó a Atlántida en su concepción y génesis, en su desarrollo, en sus épocas doradas y también en su caída.
Orión sabía que eran ellos los padres sagrados que portaban la capacidad de acompañar a los seres de Atlántida a recorrer su particular estela gaiana dotándolos de su gran sabiduría y su inigualable magia alquímica, pero hay algo que Orión guardo para el último momento: su magia alada.
Orión brindó a las aletas atlantes las alas para elevarse más allá del hundimiento.
Los seres alados de Orión llegaron a una Atlántida caída, pérdida y hundida.
Y se hundieron con ella en las profundidades para encontrarse con las aletas azuladas atlantes.
Orión y Atlántida atravesaron juntos la trascendencia de la caída atlante, juntos fueron hacia los espacios más reconditos para recorrerlos, abrazando cada paso y cada sombra, abriendo el potencial de amar la oscuridad y aprender de ella, elevándola y fusionándola con la luz.
Así se dió el encuentro del fuego oriano y del agua atlante en la Tierra, a través de hilos dorados y azules, alas y aletas conformando un eje de integración.
Alas de fuego y aletas de agua dieron nacimiento a la raza Atlante-Oriana, aquella que no sólo llevaba en sí la trinidad galáctica, sino también la trinidad gaiana.
Y así nació la Hermandad de los Tritones-Libélula y las Sirenas-Mariposa, la raza azul-dorada, la hermandad oriana-atlante, la hermandad del fuego y el agua en la Tierra.
Alba Hernández
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