Atlántida era un lugar de conocimiento, ciencia y tecnología, con espejos de agua, ríos y cascadas por doquier. Todo, absolutamente todo tenía una razón de ser, y cada pieza contaba un capítulo de una gran una historia.
La configuración de la ciudadela tenía una impronta geométrica de círculos abriendo el camino de otros circulos.
El punto cero Atlante era un gran espejo de agua circular con 9 caídas de agua que daban paso a 9 templos-observatorios. Cada templo era un nodo de conexión entre la Tierra y el Cosmos. Eran 9 fractales de 9 aspectos y dimensiones cósmicas.
Cada templo era el punto de partida de un sendero principal hacia distintos niveles y áreas de la ciudadela, representaban los orígenes y el camino que se despliega desde cada origen.
Los templos-observatorios eran edificaciones de cuarzos y minerales empalmadas en roca natural que unían la creación gaiana con la creación atlante.
Había un templo dedicado a RA y su sistema estelar. Lo que había en este templo era una realidad fractalizada de nuestro sistema solar, una estrella, planetas, satélites… órbitando tal cual lo hacen en el cosmos. Las órbitas se sostenían en campos magnéticos y los planetas estaban formados con configuraciones elementales que eran réplicas exactas de su composición original.
Los templos además de ser observatorios cuánticos del universo, también contenían cámaras de activación, sanación y restablecimiento. Algunos también contenían portales que atravesaban el tejido espacio-temporal para ir a Sirio, Orión, Arcturus y otros espacios del cosmos.
Alba Hernández
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