Amanecer solar - Tejiendo unidad

Diálogos con mi Niña Interior

Tantas niñas y tantas mujeres

La Niña y la Adulta están sentadas frente a frente. La primera está sentada en el suelo rodeada de crayolas, su mirada y atención están sobre el dibujo que está realizando. La Adulta está sentada sobre un cojín y alterna la mirada entre la niña y el dibujo.

La Niña: Nunca pensé que podría sentirme tan bien y estar tan tranquila, ¿recuerdas cuando teníamos pesadillas todas las noches? No pasabamos de los 8 años de edad. Sentía tanto miedo y confusión.

La Adulta: Sí, vaya que lo recuerdo, así aprendimos a despertar por voluntad, una vez que caíamos en cuenta de estar soñando todo nuestro ser se concentraba en despertar.

La niña toma un nuevo color, observa el dibujo, toma otro color y continúa dibujando.

La Adulta: ¿Aún sientes miedo y confusión?

La Niña: Sí, pero no de la misma manera. Ahora tengo tu compañía, me has explicado tanto que ahora muchas cosas tienen sentido. He comprendido que papá creció con tanta carencia de cariño desde su padre que no sabía cómo dar cariño, recibió severidad y es lo que me daba porque era lo que conocía. He entendido también que mamá se sentía tan abandonada por su propia mamá y papá que le era tan difícil acompañarme y darme su presencia.
Cuando todo eso pasó no sabía que es lo que hacía mal, y fue maravilloso cuando me mostraste que no estuve haciendo nada mal, y que en realidad ellos tampoco, ellos daban lo que podían dar.

La Adulta: Me alegra haberte reencontrado cuando decidí no seguir cargando tanta inestabilidad e inarmonía, nunca pensé que tú y yo podríamos hacer tantas cosas juntas.

La Niña sonriendo: Somos tan poderosas juntas.
¿Sabes? A veces aún me siento sola, a veces aún recuerdo el rechazo que sentía cuando mamá tenía otras cosas que hacer y no podía atenderme, cuántas veces me sentí rechazada en la escuela y por otros niños, muchas veces me rechacé a mi misma por ser tímida y callada. Y me enfado llenandome de ese sentimiento.
Entonces tu te das cuenta, y vienes a mí y me preguntas qué pasa, me escuchas, me abrazas, validas mi sentir, y eso me da tanto alivio, cuando tu haces eso todo lo que pasó antes se transforma y pierde fuerza.
De veras que somos tan poderosas juntas.

La Adulta: Lo somos.
¿Recuerdas cuándo yo había ido a esa fiesta y tenía miedo de bailar? Entonces tu llegaste y me dijiste «estoy contigo para hacer eso que antes nos apenaba, para recordarte que no debemos tener miedo a ser y expresarnos» y te reíste a carcajadas y comenzaste a saltar y a dar vueltas. Me acompañaste toda la noche bailando y riendo, fue un momento tan divertido.

Ambas se quedan en silencio, la niña elije un par de colores y utiliza uno y luego otro absorta en el dibujo. La adulta la contempla sonriendo.

La Adulta: Quiero que sepas que siempre cuentas conmigo, somos tú y yo juntas siempre, en todo momento y lugar.

La Niña: Lo sé. Ya me lo habías dicho y desde entonces todo ha cambiado, gracias por decirmelo de nuevo.
Ya está, ¿quieres ver mi dibujo?

La adulta asiente y se acerca a la niña. La pequeña le muestra el dibujo.

La Adulta: ¿Por qué hay tantas niñas y tantas mujeres?

La Niña: Somos nosotras en todas las vidas que hemos sido niñas y adultas, y en todas estamos sosteniendonos la mano, porque al estar juntas ahora pudimos lograr que todas las niñas que fuimos se sientan acompañadas de las adultas que tambien fuimos, muchas partes de nosotras nunca más volverán a sentirse solas.

La Adulta: Nunca lo había pensado así. ¿Quieres decir que hemos viajado a tantos lugares de nuestro interior sin saberlo?

La Niña: Si pusieras más atención te hubieras dado cuenta -se ríe-, pero ahora lo sabes, somos eternas y nuestro cariño viaja hacia toda nuestra eternidad.

La adulta se acerca a la niña y la abraza. La niña la mira a los ojos y le acaricia el cabello, sonríen al unísono y se quedan mirando el dibujo adentrandose en su eterno ahora.

Alba Hernández